DE PUNTA Y PARA ADELANTE
El fútbol uruguayo se ha caracterizado durante toda la
historia por ser un fútbol “vertical”, que pasa de defensa a ataque casi sin
fijarse en el mediocampo, diferenciándose así de los demás tipos de juegos del
resto de América. En el siguiente informe buscaremos el porqué de este fenómeno.
Si el hincha uruguayo es
rápidamente cuestionado sobre el mejor futbolista que ha visto vestir la
camiseta de su cuadro o de la selección, la gran mayoría de las respuestas será
del tipo de jugador que deja todo en la cancha, que corta el juego mas que del
que produce, el típico cinco tapón o el aguerrido zaguero que no deja pelota
bollando en el área. Otra buena opción para la respuesta sería la del nueve
infalible en el área rival, pero tosco fuera de ella. Podemos citar ejemplos;
en la gesta heroica del Maracaná en 1950, todos hablan de la “garra” de Obdulio
Varela, de su temple, su capitanía a flor de piel, sin embargo, un “tal”
Schiaffino es casi pasado por alto cuando se recuerda tal acontecimiento, a
pesar de haber sido el mejor jugador del mundo en su momento, figura del Milan
italiano, y pos supuesto, valor insustituible en el recordado maracanazo.

Viniendo un poco a
nuestros días, la Copa del Mundo Sudáfrica 2010 fue de las máximas alegrías que
ha vivido el pueblo celeste en las últimas décadas, llegando a un merecido
cuarto puesto, y arañando las arcas de la gloria máxima. El conjunto charrúa
tuvo en sus filas al mejor jugador de esa competencia, el exquisito Diego
Forlán, sin embargo en el clamor popular se recordará mas el penal picado por
el “Loco” Sebastián Abreu, teniendo quizá por esa jugada mas mérito mundialista
que el propio Diego. Otros que sumaron fans fueron Egidio Arévalo Ríos y Diego
“Ruso” Pérez, quiénes por comerse el mediocampo en tierras de Mandela
recibieron grandes elogios. Con estos apuntes no se quiere decir que lo hecho
por Forlán no halla sido valorado, pero si el delantero del Inter de Porto
Alegre tuviera un juego mas físico, donde arriesgara su integridad yendo a
buscar balones, y como se diría en el campito, “tirándose de cabeza”, no se
tenga duda que tendría otro respaldo popular.

Lo mismo pasa con la
aceptación del tipo de fútbol a desplegar; si algún equipo uruguayo osara con
practicar el juego del Barcelona, el DT de turno no duraría ni dos partidos
debido al di conformismo generalizado. Imaginen a Peñarol perdiendo un clásico
por un gol, y que la estrategia para el empate faltando cinco minutos sea de
pases hacia los costados esperando que la defensa rival se abra para así
encontrar un hueco, y mediante paredes ingresar al área rival y encontrar el
tan ansiado empate, o que Nacional, los primeros quince minutos del partido, se
apodere de la posesión del balón, pero que sea intrascendente ofensivamente,
hasta encontrar el momento adecuado para atacar. Se cae el “estadio abajo”, los
aurinegros pidiendo el “centro a la olla” y los tricolores mas incisión. Sin
embargo sería una utopía algo así, ya que si es por algo que se caracteriza
nuestro balompié, es por la célebre frase, “no damos dos pases seguidos”. El
uruguayo crece desde niño jugando en la calle, en la escuela o en el baby
fútbol, y si hay algo que tienen los tres lugares en común son el mal estado de
las canchas. Cuando en el baby se encuentra una buena cancha, es motivo de sorpresa
y de anécdota -… “¿Te acordás la cancha
del Ombú?” “¿Cuál? ¿Aquella que parecía un billar?”…- Lamentablemente no todas
son como la del cuadro Ombú, sino que la mayoría son literalmente de “tierra”,
o con un poco de suerte son canchas similares a la cabeza del veterano calvo,
solo con pasto en los costados. No faltan, las que están constituidas en su
mitad de la cancha por piedras del tamaño del balón. Seríamos muy optimistas si
pensáramos que en las divisiones juveniles tal vez mejore un poco la situación,
sin embargo, las canchas de formativas también se encuentran en su mayoría en
estado irregular, que hace que el destacado no sea el balón al pie, sino el
jugador que pese a los ladrillos que le tiran, puede controlar con elegancia.
Por lo tanto la forma más fácil de llegar al área rival es con el viejo,
querido y nunca despreciado: pelotazo.