jueves, 13 de diciembre de 2012

EL FÚTBOL MAS VERTICAL DEL MUNDO


DE PUNTA Y PARA ADELANTE

El fútbol uruguayo se ha caracterizado durante toda la historia por ser un fútbol “vertical”, que pasa de defensa a ataque casi sin fijarse en el mediocampo, diferenciándose así de los demás tipos de juegos del resto de América. En el siguiente informe buscaremos el porqué de este fenómeno.

Si el hincha uruguayo es rápidamente cuestionado sobre el mejor futbolista que ha visto vestir la camiseta de su cuadro o de la selección, la gran mayoría de las respuestas será del tipo de jugador que deja todo en la cancha, que corta el juego mas que del que produce, el típico cinco tapón o el aguerrido zaguero que no deja pelota bollando en el área. Otra buena opción para la respuesta sería la del nueve infalible en el área rival, pero tosco fuera de ella. Podemos citar ejemplos; en la gesta heroica del Maracaná en 1950, todos hablan de la “garra” de Obdulio Varela, de su temple, su capitanía a flor de piel, sin embargo, un “tal” Schiaffino es casi pasado por alto cuando se recuerda tal acontecimiento, a pesar de haber sido el mejor jugador del mundo en su momento, figura del Milan italiano, y pos supuesto, valor insustituible en el recordado maracanazo.

Viniendo un poco a nuestros días, la Copa del Mundo Sudáfrica 2010 fue de las máximas alegrías que ha vivido el pueblo celeste en las últimas décadas, llegando a un merecido cuarto puesto, y arañando las arcas de la gloria máxima. El conjunto charrúa tuvo en sus filas al mejor jugador de esa competencia, el exquisito Diego Forlán, sin embargo en el clamor popular se recordará mas el penal picado por el “Loco” Sebastián Abreu, teniendo quizá por esa jugada mas mérito mundialista que el propio Diego. Otros que sumaron fans fueron Egidio Arévalo Ríos y Diego “Ruso” Pérez, quiénes por comerse el mediocampo en tierras de Mandela recibieron grandes elogios. Con estos apuntes no se quiere decir que lo hecho por Forlán no halla sido valorado, pero si el delantero del Inter de Porto Alegre tuviera un juego mas físico, donde arriesgara su integridad yendo a buscar balones, y como se diría en el campito, “tirándose de cabeza”, no se tenga duda que tendría otro respaldo popular.

Lo mismo pasa con la aceptación del tipo de fútbol a desplegar; si algún equipo uruguayo osara con practicar el juego del Barcelona, el DT de turno no duraría ni dos partidos debido al di conformismo generalizado. Imaginen a Peñarol perdiendo un clásico por un gol, y que la estrategia para el empate faltando cinco minutos sea de pases hacia los costados esperando que la defensa rival se abra para así encontrar un hueco, y mediante paredes ingresar al área rival y encontrar el tan ansiado empate, o que Nacional, los primeros quince minutos del partido, se apodere de la posesión del balón, pero que sea intrascendente ofensivamente, hasta encontrar el momento adecuado para atacar. Se cae el “estadio abajo”, los aurinegros pidiendo el “centro a la olla” y los tricolores mas incisión. Sin embargo sería una utopía algo así, ya que si es por algo que se caracteriza nuestro balompié, es por la célebre frase, “no damos dos pases seguidos”. El uruguayo crece desde niño jugando en la calle, en la escuela o en el baby fútbol, y si hay algo que tienen los tres lugares en común son el mal estado de las canchas. Cuando en el baby se encuentra una buena cancha, es motivo de sorpresa y de anécdota  -… “¿Te acordás la cancha del Ombú?” “¿Cuál? ¿Aquella que parecía un billar?”…- Lamentablemente no todas son como la del cuadro Ombú, sino que la mayoría son literalmente de “tierra”, o con un poco de suerte son canchas similares a la cabeza del veterano calvo, solo con pasto en los costados. No faltan, las que están constituidas en su mitad de la cancha por piedras del tamaño del balón. Seríamos muy optimistas si pensáramos que en las divisiones juveniles tal vez mejore un poco la situación, sin embargo, las canchas de formativas también se encuentran en su mayoría en estado irregular, que hace que el destacado no sea el balón al pie, sino el jugador que pese a los ladrillos que le tiran, puede controlar con elegancia. Por lo tanto la forma más fácil de llegar al área rival es con el viejo, querido y nunca despreciado: pelotazo. 

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